miércoles, 30 de junio de 2010

México Argentina.

México Argentina.


La explicación teórico practica de la percepción y la realidad.

El pasado domingo 27 de junio, después de la derrota frente a la albiceleste permeo en el país un semblante de incredulidad, sorpresa, tristeza, decepción y desilusión. Esta última palabra defínelo que en realidad sucedió. Una des- ilusión.
Una des- ilusión derivada del desconocimiento de la historia, la ley de la probabilidad, la estadística y sobre todo de la realidad deportiva del País. Esta ilusión creada en el colectivo popular, resultan mero asunto de percepción y no de realidad. De entrada, ninguna de las televisoras mexicanas, anuncio o prometió como campeón del mundo a México, resulta falaz afirmar lo contrario. Desde luego la selección mexicana y el futbol resultan productos comercializables y en ese tenor explotaron hasta la saciedad la imagen de los jugadores. Todos hicimos sandwich.
Por otro lado, la calificación al mundial obedece a nuestra situación geográfica y no a nuestra (ahora evidente) calidad futbolística, cabe destacar que algunos de nuestros rivales de eliminatoria mundialista son Aruba, Barbados, Islas caimán, Haití, Jamaica, Canadá, Trinidad y Tobago, entre otros. Razón por la cual México califica cada cuatrienio. Por increíble que parezca no siempre con facilidad, tanto para el mundial de 2002 como para Sudáfrica, calificamos nerviosamente dando tumbos. Primer indicio de la realidad, México no es un equipo de talla mundial.
México difícilmente calificaría si sus rivales geográficos fueran los combinados de Brasil, Argentina y Uruguay. Cosa que nos ubicaría de inmediato en la justa proporción del Tricolor. Pare ejemplo dos botones, México nunca ha ganado una Copa América, o eliminado a Argentina. Segundo Indicio de la realidad. México es inferior a los equipos multi campeones del mundo y reconocerlo no afecta el patriotismo.
El chispazo de esperanza generado por el triunfo de la entonces selección sub-17 en Perú, ilusiono falsamente (valga la redundancia), pues solamente un cuarteto de jugadores de esa selección emigraron a Europa, solamente 2 de ellos tendrían mediano éxito en clubes de poco nombre. Los otros dos, en Barcelona y Londres, fueron relegados a la banca y clubes de menor ralea. Más aun, la nueva generación de subs 17, no fue capaz de calificar al mundial que refrendaría el titulo y en su oportunidad, los otrora campeones del torneo, no lograron calificar a los Juegos Olímpicos de Beijing. Tercer indicio, inconsistencia. Alerta amarilla.
Existe un ánimo colectivo para insistir que México se crece ante los equipos grandes. Desde luego este aspecto amerita algunas precisiones. Este estribillo deriva de los cotejos celebrados con Italia en ’94, 2002, Holanda y Alemania en 1998 y finalmente Argentina en 2006. Cabe destacar en esas ocasiones obtuvimos empates y derrotas, mismas que dejaron un buen sabor debido a la pelea que se le dio a las escuadras en cita. México jugo como nunca y perdió como siempre. Cuarto Indicio. Alerta anaranjada.
Previo a la edición del mundial. El técnico nacional anuncio en repetidas ocasiones que calificar a octavos de final sería muy complicado, que él solamente había sido contratado para calificar a la selección y que lo demás seria ganancia.
Quinto indicio. Metas divergentes entre lo planeado al interior y lo soñado al exterior. Alerta Roja.
La capacidad de olvido del mexicano y la dosis de suerte con la que corrió el tri, fueron otro factor. La capacidad de olvido ante las contundentes derrotas frente a Holanda e Inglaterra fueron superadas ante la euforia de vencer al todavía campeón del mundo Italia. La historia nos desengañaría mostrando el bache que atraviesan los italianos. Nos desengañaría también en el partido ante las pobres exhibiciones frente a Sudáfrica y Uruguay. Claro, no olvido el clamor frente a Francia. La cual también cruzaba por un lastimoso sendero.
Sexto indicio. Comparaciones desproporcionadas. Alerta escarlata.
México fue eliminado con justicia de la copa del mundo, por un rival ampliamente superior y con resultados que lo avalan como posible campeón del mundo. 
El error arbitral sufrido, es parte del juego y países de mayor peso lo han vivido en carne propia, erradiquemos la teoría conspirativa aquella de que Argentina fue favorecido. De entrada recuerdo que se asistió al partido inaugural temerosos de que el anfitrión fuera favorecido ente la superioridad mexicana, lo cierto fue que no hubo tal necesidad y México se salvo de la derrota a escasos minutos del final ante un balón estrellado en el poste bajo la mirada y maniobra inútil de Oscar Pérez. Séptimo y final indicio. Bajo nivel de competencia.
Caso contrario previo y durante el mundial, México no mostro resultados que lo pudieran ubicar como un serio candidato al título. No obstante ostentamos la dudoso honor de haber calificado 5 veces consecutivas al mundial y haber sido eliminados en igual número de ocasiones en la misma etapa.
De donde broto tanto rostro compungido, tanta incredulidad? México es un equipo de media tabla, incapaz de superarse. Porque no reconocerlo?
Muchos se han molestado cuando les cito a José Ramón Fernández;
“Los equipos grandes siguen, siguen, siguen. México, se queda, se queda, se queda.”


Joel Hernández.

lunes, 21 de junio de 2010

Un taquito de mole con Carlos Mosivais. In Memoriam

El día que comí mole con Carlos Monsiváis.
In Memoriam.


Siempre he contado cómo fue que ingrese por accidente a la Facultad de Derecho. Toda mi vida me imagine periodista o escritor. Atraído por las oficinas de las redacciones de los periódicos, seducido por los escritorios atiborrados de notas, recortes, libros, apuntes. Lector asiduo y reiterativo del Confieso que he vivido, de Neruda, me imaginaba en las andanzas del chileno, o como un emulo de Carlos Monsiváis, en mi casona del Centro Histórico, rodeado de libreros desbordados en hileras dobles de innumerables tomos. San Luis Potosí, no contaba con ninguna de las carreras, por exclusión, accidentalmente y sin saber de qué se trataba me inicie en la abogacía.

Admire muchísimo a Don Carlos, lo conocí gracias a las revistas Proceso que mi padre compraba, leía su columnas, divertido se me escapaban las risas con su sarcasmo, sus cambios de ritmo a base de metáforas, su capacidad para tejer figuras cruzando elementos coloquiales, históricos, políticos y cómicos, maestro del sinónimo. Lento en su forma de hablar, ametrallaba en pocas palabras grandes contenidos. Un día cualquiera al pasar los canales en televisión se encontraba uno con Monsi, me gustaba verlo. Siempre quise imitar un poco de su forma de aplicar la metáfora, el silogismo.

Por invitación de mi querido amigo, Enrique Rivera, colabore en la logística del 4° Festival Cerro de San Pedro, en el 2005. En aquella edición se tenía prevista la participación de Don Carlos. Ansiaba verlo de cerca.

El sábado 5 de marzo, Por la mañana la plaza de Cerro de San Pedro, ya estaba llena, expectantes todos del escritor. Hacia las 10 de la mañana llego, bajito, como decirlo… como en la tele, pero de cerca. Avanzada su edad, cansado su andar, caminaba con dificultad por el engañoso terreno. Presto me le acerque, se apoyo en mi. Primero dio entrevistas a los medios locales. Después su charla. Recordó que: “Una comunidad que aprende a razonar los motivos de sus desplazamientos y sus movilizaciones es una comunidad que ya está informándose así misma de un destino distinto al que se le ha asignado”.

Al termino, entre aplausos, se disponía a bajar la escalinata, lo ayude a bajar, la gente lo tocaba, le pedía fotos, autógrafos, lo saludaba, le agradecía. No podía bajar dos escalones sin dar una foto. No negó ni una. Mientras bajaba con él, alguien me dijo, voltea, lo hice y disparo un clic. Hoy guardo el instante impreso.

El cronista comió con los organizadores. Me invitaron a la mesa y compartí un Mole con pollo y arroz. Nadie lo sabía, pero Don Carlos, era vegetariano, empujaba a la orilla del plato el pollo, se hacía taquitos de arroz con mole. Contaba anécdotas y respondía preguntas. Todo lo contestaba con sarcasmo y humor. Con un tanto de torpeza, queriendo indagar como es que se dedicaba uno a escribir, pregunte; Don Carlos, como se llega a ser Carlos Monsiváis? respondió, Para mí fue fácil… desde que nací mi mama me puso así. Risas. Entendí que Don Carlos venia en humor juguetón.

En aquel entonces, a sus 67 años, agradeció y se retiro. Se veía cansado. Nunca más lo volvería a ver. Escuche la noticia de su partida y recordé con mucho cariño esto que hoy cuento. Por obsequio del director de la Facultad de Derecho leí su última obra Los mil y un velorios. Crónica de la nota roja (RHM, 2009) para la edición conmemorativa del Día Nacional del Libro. Una de las genialidades en ese texto, inspiraron mi primera columna del año, referente a la tragedia en Haití.

Voy a extrañar, al único escritor que la gente reconoce en la calle. José Emilio Pacheco dixit.





Joel Hernández Vázquez.


Junio 20 de 2010.