miércoles, 4 de mayo de 2011

Hombres de Negro.



“Después de la verdad, nada hay tan bello como la ficción.”
Antonio Machado
Después del asesinato de Osama Bin Laden, tres cosas sucedieron; las calles de Nueva York se inundaron de mandriles coreando su muerte, alguien me recordó un versículo de la biblia: Proverbios 24:17  No te alegres cuando caiga tu enemigo,  ni se regocije tu corazón ante su desgracia” y, se desató un río de teorías, la que menos: Fascinante.
Desde luego, la más aceptada: Osama sigue vivo. Esta teoría con dos variantes; ¹Obama montó el teatro para catapultar su reelección. ² Sigue vivo, rozagante y escondido, todo fue mentira para retirarse a vivir a su casa de campo. Inclusive hay quien prevé (no faltaba más) que las fotos que se exhiban serán falsas (desde luego) ó de un doble idéntico genéticamente creado por ultracientificos árabes entrenados en universidades de Usa (teoría reciclada de la otrora suprema mente siniestra Adolf Hitler), mientras el original come donas con Elvis Presley en el área 51 y se entretienen entonando You where always on my mind.

Me divierte muchísimo esta necesidad de refugiarse en la ficción. Me recuerda al magnicidio de Colosio, donde el crimen se imputo automáticamente en el imaginario colectivo a Carlos Salinas, no obstante que 4 fiscalías especializadas, incluida una en el sexenio panista de Fox, no lograron concluir elemento alguno en ese sentido. Por supuesto hubo más teorías: “Salinas le ordeno a Fox no esclarecer el crimen a cambio de dejarlo ser presidente” (nada menos).

En aquel atribulado año de 1994 también apareció el Ezln y velozmente alguien apuntó: “Es una farsa, creada por Salinas para seguir siendo presidente”, “Están financiados por estadosunidos para tener un pretexto y poder invadirnos”. 17 años después, es posible confirmar que nadie nos invadió y salinas termino su sexenio puntualmente. En el 2008 con la muerte del entonces Secretario de Gobernación Juan Camilo Mourinho, llegué a escuchar que fue planeado por su propio amigo Felipe Calderón, para poder destituirlo, cambiando a los pilotos por unos kamikazes. Todo menos un accidente. Eso sí, sería lo imposible.

¿Dónde habitan estos geniales teóricos de la ficción? Quisiera saber más de ellos, fuentes inagotables del thriller policiaco. Sagaces mentes que todo lo sospechan, detectives implacables. Émulos de Mulder y Scully  buscando la verdad: Afuera.

Publicaré estas líneas. Culpo directamente a los Men In Black: Will Smith y Tommy Lee Jones, al FBI y al Pentágono de lo que llegara a pasarme a mí o a mi familia. Ahora que lo pienso:
¿Cuántas veces me habrán borrado la memoria? ¿Este artículo lo escribí por iniciativa propia o un chip implantado por la CIA me lo ordenó para sembrar la duda entre mis lectores? ...
Joel H. Vázquez.                  
Abril 4, 2011.

lunes, 2 de mayo de 2011

Pasa en la vida real, pasa en TNT


“Ustedes necesitan gente como yo para poder apuntar sus dedo y decir: “Ese es el malo”, ¿eso los hace buenos? No lo son. Solo saben cómo esconderse, como mentir. Yo no tengo ese problema. Yo, yo siempre digo la verdad. Inclusive cuando miento. Díganle buenas noches a este chico malo. Por favor! Esta es la última vez que ven a un malo como yo.”Tony Montana.  Scarface.

La ficción es un asunto que supera a la realidad. Es más La realidad es una extensión de la ficción. Entrar y salir de una y otra es cosa de todos los días, como si de estaciones del metro se tratara.
Así el bien y el mal. Extremos de una misma cosa, subjetivos al punto de camuflarse uno con el otro. Un protagonista no se entiende sin un antagonista. En ocasiones el protagonista es rival de sí mismo. Igual en la vida real. 

 La vida, en alcance a la ficción, eligió de entre sus castings, en el 2001 a un digno antagonista, uno que personificó con histrionía la maldad. Uno que pudiéramos ver y decir, a lo Tony Montana: ¡Ahí está el malo!.  Conocimos a Osama Bin Laden. Mente y maestro criminal. 

Aderezado además por  un set que evocaba la cueva donde vivía Munra de los Thundercats y con un look contrastante al occidental (situación que desata de inmediato el odio a lo diferente), el Rey de los villanos (quien por cierto usaba un sencillo reloj Casio) ponía en jaque al mundo, exhibiendo la ineficacia de la liga de la justicia con su sede en Nueva York (faltaba menos). 

Aquel hombre de Arabia Saudita, que vivía en Afganistán, protegido por Pakistaníes, comandaba a un grupo de Sauditas y  Libaneses que integraban su ejército, uno sui generis, algo así como el lado obscuro de la fuerza. Sin armaduras, ni uniformes tradicionales, utilizaban turbantes, barbas, ropas blancas y una especie de babero rojo en
el cuello (que después inclusive se puso de moda y fue in). 

Para que la trama estuviera completa, Osama, el nombre del terror, murió asesinado por súper agentes americanos en una mansión en Pakistan. Deduzco que el terrible Osama pasaba sus días a veces en su cueva y a veces degustando finos manjares y afeites en su mansión; jugando tennis y al frisbie con un labrador. 

La historia queda vacía, el gran villano ha muerto. Queda por ahí el tal Gadaffi, ataviado en su uniforme militar colmado de medallas al estilo Mr Bison del Street Fighter, otras veces casual y relajado, con un bastón y  lentes Prada. Con la piel ajada y la mirada cruel, pero alegre en sus fiestas amenizadas por estrellas del nivel de Mariah Carey. 

No es lo mismo. Nada, nunca lo será.  

Joel Hernández Vázquez.
Mayo, dos, dos mil once.

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